¿Qué es el karma?
En Occidente interpretamos
como karma una ley universal de causa-efecto, según la cual las
malas acciones traerán como contrapartida efectos negativos en quien
las realizó y, a la inversa, efectos positivos si se realizasen
buenas acciones. La creencia en esta ley prosperó debido a la
influencia desde el siglo XIX del espiritismo y de varias religiones
orientales, en especial del hinduismo, el jainismo y el budismo.
Según el hinduismo, el
karma sería una ley de acción-reacción, por la que las buenas
acciones serían premiadas y las malas castigadas por el dios lama,
dios de la muerte o el inframundo.
Para el jainismo, doctrina
de la India que no profesa culto a ningún dios, el karma estaría
sujeto a leyes más físicas que morales y se sustentaría en el
dolor y el sufrimiento que el alma deberá experimentar en cada
reencarnación.
El budismo, en cambio,
contempla el karma como el efecto automático de todas nuestras
acciones, excluyendo el componente del castigo externo o divino,
siendo sólo nosotros quienes nos haríamos responsables de nuestras
acciones y los efectos que generan.
Sea como fuere, ya digo que
en Occidente está muy arraigada la idea de identificar el karma con
una carga energética negativa que hay que expiar tarde o temprano,
lo que nos remite también a la creencia en el castigo divino, propia
de la tradición judeocristiana. Pero nada más lejos de la realidad.
Sí es cierto que todas
nuestras acciones tienen consecuencias que pueden interpretarse como
buenas o malas y según nos afecten. Pero eso es todo.
Desde el punto de vista
occidental y de muchas religiones, cada mala acción recibirá su
correspondiente castigo. De modo que, por esa regla de tres, actuamos
bien por miedo al castigo
y juzgamos las acciones de los demás con la esperanza de que tarde o
temprano ellos también recibirán su castigo, con lo cual
-reconozcámoslo o no- se verán satisfechos nuestros “deseos”de
venganza.
Al
final el karma, tal y como lo estamos interpretando, pende sobre
nuestras cabezas como la espada de Damocles, persiguiéndonos vida
tras vida y condicionando todos y cada uno de nuestros actos, a lo
que se añadiría además el condicionante de un destino inamovible,
como muchos quieren creer.
Cuando
el karma nos persigue...
Desde
el punto de vista de los Registros Akáshicos, el karma engloba todas
nuestras acciones físicas, mentales y verbales, tanto presentes como
pasadas y futuras. Todas esas acciones dejan su impronta y nuestro
mundo, que nosotros contribuimos a crear, es resultado al cien por
cien de dichas acciones, palabras y pensamientos. De ahí la
importancia de mantener una actitud consciente en todo momento, pues
no hay mejor forma de cambiar el karma que observar lo que hacemos,
pensamos, sentimos y hablamos para adoptar una actitud distinta, más
positiva.
Las
relaciones kármicas
Estas
relaciones, ya sean con la pareja o con personas que vamos conociendo
a lo largo de la vida, con las que parecen unirnos inexplicables
lazos energéticos, se basan en contratos o acuerdos
de almas. Estos acuerdos de almas se hacen para realizar juntos
determinados aprendizajes.
Muchas
personas anhelan tener una relación de pareja kármica, convencidas
de que es la ideal. Una vez más, esto no es así, pues el
aprendizaje exige pasar por problemas, obstáculos y conflictos que
son los que nos darán las enseñanzas que vamos buscando a nivel de
alma. A menudo se dice de este tipo de relaciones que se trata “de
parejas por destino”, como si tuviesen que estar unidas por alguna
maldición o ley inamovible. Esto tampoco es así, en mi opinión.
Los
contratos kármicos, sean del tipo que sean, se realizan sólo a
nivel álmico, por lo que una vez encarnados podemos decidir revocar
dichos acuerdos si no nos interesa estar con esa persona.
Un
contrato conlleva obligación y no es así como se trabaja desde el
amor, la libertad y por propia voluntad.
Concluyendo:
los contratos kármicos SÍ pueden limpiarse y revocarse sin que ello
implique necesariamente un alejamiento de la otra persona (algo que
suelen temer quienes consultan sus Registros por esta causa), porque
una vez hecha la limpieza podremos elegir libremente y desde el amor
si queremos o no seguir acompañando y aprendiendo con esa persona.
Entender
el karma es abrir tu corazón a una mayor compasión y amabilidad
para ti mismo y para los demás, como dice Chad Foreman.
Cómo
limpiar o purificar tu karma negativo
Como
ya he comentado, una relación kármica puede limpiarse directamente
solicitando a tu Yo Superior que borre esa energía de tus Registros
Akáshicos.
Nuestra
actitud diaria también es fundamental para ir desactivando esas
energías del karma (presente, pasado y futuro) con las que estamos
cargando. ¿Cómo?
Cinco
pasos para limpiar tu karma
- Identificar el karma y su origen
- Evitar los conflictos
- Asumir la responsabilidad de los errores propios
- Arrepentimiento del daño que hiciste a otros
- Intención de hacer cuanto se pueda para no hacer daño a nadie
Chad Foreman sugiere iniciar nuestras meditaciones a este fin con
esta pequeña plegaria:
“Me arrepiento de todo el daño que me he hecho a mí mismo y a los
demás.
Pido para ello que esta meditación me conecte con la sabiduría del
corazón”.
Como puede verse, se dice “a mí mismo y a los demás”, porque de
poco valen el amor y la compasión si no nos incluimos a nosotros
mismos.
También es imprescindible poner intención en sanar ese karma y
actuar en consecuencia.
“No serás castigado por tu ira, tu ira será tu castigo”. Buda
Para solicitar una lectura de Registros Akáshicos puedes contactar conmigo por aquí, a través del correo mtmarber@gmail.com o por whatsapp en el 619085445.
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