Comparto este interesante artículo, que contempla las emociones desde otra perspectiva, la de la alimentación. Son nuestras emociones las que nos ponen sobre la pista de los alimentos que necesitamos. ¿Interesante, verdad? Ésta es otra forma de autoconocimiento que no se suele poner en práctica, pero que merece la pena probar para gestionar mejor esas emociones que a veces se nos antojan tan arbitrarias.
¿Quién dice que los alimentos no se relacionan con las emociones?
Esta
semana te vamos a hablar sobre la relación entre las distintas
emociones humanas y la alimentación, y sobre cómo los alimentos y
nutrientes influyen energéticamente en nuestro estado mental y
emocional.
¿Qué relación hay entre alimentación, nutrición y emociones?
Para
establecer esta relación, primero hemos de conocer la definición de
“alimentación” y “nutrición” y sus diferencias.
Recordemos
que la
alimentación es
el acto de proveer
al organismo de alimentos,
de comer, de ingerir una serie de sustancias que después nuestro
sistema digestivo se encargará de procesar para obtener de ellas
los nutrientes necesarios
para la vida.
La
alimentación de cada individuo está influenciada por diversos
factores personales, individuales, y también colectivos o grupales.
Estos factores pueden ser necesidades especiales, gustos,
preferencias, creencias, cultura, etnia, religión, normas sociales,
poder adquisitivo, economía, modas, etc.
Así,
cada uno de nosotros decide qué comer y qué no, cómo cocinarlo,
cómo comerlo, cuándo y por qué, desarrollando así un patrón o
conducta alimentaria concreta y personal que determina nuestra dieta.
En
nuestra sociedad la alimentación está
muy ligada a otro tipo de actividades, de ocio, de reunión social o
familiar, festivas…; de manera que para nosotros “comer” es
también una forma o una excusa para compartir tiempo con las
personas que nos importan.
Además,
para la mayoría de las personas “comer es un placer”, y la
gastronomía nos permite disfrutar de momentos muy agradables para
nuestro paladar y nuestra mente, puesto que las sensaciones que nos
produce comer platos que nos gustan se traducen en emociones
relacionadas con el bienestar.
Estos
dos últimos ejemplos ya nos introducen en la relación que se
establece entre la alimentación y la esfera emocional del ser
humano.
Todos
conocemos esa sensación de estar enfadados, tristes o estresados y
no poder comer porque “se nos cierra el estómago”. O esa otra de
encontrarnos con malestar y tener una digestión pesada tras una
discusión fuerte con un ser querido.
Estos
son sólo algunos ejemplos, pero lo cierto es que la relación
alimentación-emociones va mucho más allá.
La
nutrición,
por otra parte, es el conjunto
de procesos físico-químicos realizados
en nuestro organismo (gracias a las funciones de nuestro sistema
digestivo), que
se encargan de transformar los alimentos, reduciéndolos a sus
componentes fundamentales, los nutrientes, y
utilizarlos para nutrir las células de
cada uno de nuestros tejidos, órganos y sistemas, permitiendo su
reproducción, mantenimiento y funciones características.
Nuestro
cuerpo necesita nutrientes, sustancias químicas imprescindibles para
la vida humana: macronutrientes(hidratos
de carbono, proteínas, lípidos, agua) y micronutrientes (vitaminas,
minerales, oligoelementos), así como otras sustancias que le son
útiles (fitofactores, enzimas, etc.) para mantener unas óptimas
condiciones de salud.
Puesto
que las emociones son sentimientos producto de nuestros pensamientos
y procesos mentales, es fácil comprender que los alimentos (y los
nutrientes que los forman) pueden ser favorecedores, limitadores o
equilibradores de la aparición de ciertas emociones.
Si
los procesos mentales se desarrollan desde nuestro sistema
neurológico central y éste requiere de nutrientes específicos para
funcionar con normalidad, los alimentos que ingiramos aportarán los
nutrientes que mantendrán o no ese funcionamiento normal, y se
desencadenarán una serie de respuestas neurológicas a nivel
cognitivo consciente e inconsciente que afectarán a los procesos de
la mente y, en última instancia, a nuestras respuestas emocionales.
Las emociones básicas del ser humano
En
el ser humano se han clasificado seis emociones básicas que aparecen
en respuesta a diversos estímulos.
Estas
emociones tienen una función u objetivo, una finalidad, la de
producir un aprendizaje y un cambio en nosotros, conformando nuestras
conductas y relaciones con nosotros mismos y con los demás, como
seres sociales que somos.
De
forma muy resumida, las emociones básicas, con el estímulo al que
deben responder y su finalidad última, son:
– Miedo →
amenaza real o potencial → seguridad
– Tristeza →
pérdida material o personal → desarrollo
– Rabia →
mentira, traición → justicia
– Orgullo →
admiración → estatus o reconocimiento
– Amor →
espacio seguro → pertenencia
– Alegría →
regalo de la vida, material o intangible (preferiblemente inesperado)
→ plenitud
Hay
toda una serie de emociones derivadas de las emociones básicas, que
pueden aparecer como respuesta normal a un estímulo o bien de forma
exagerada o disfuncional (falsas emociones).
Todas
estas emociones,
básicas y derivadas, pueden manifestarse en positivo o en negativo
dependiendo de nuestro estado energético interno. Así, si nuestro
organismo se encuentra en equilibrio, habrá una expresión normal
emocional (sea esta emoción interpretada como positiva o negativa)
que tiene un objetivo concreto.
Nutrición energética y emociones
La
nutrición energética es la disciplina que pretende ayudar a
conseguir el óptimo estado de salud utilizando la nutrición
equilibrada atendiendo a las propiedades energéticas de los
alimentos desde la perspectiva de la medicina tradicional oriental,
donde se reconocen conceptos como el yin
y el yang,
los meridianos de energía de los órganos y los elementos de la
naturaleza.
Así,
cada elemento de la naturaleza está relacionado con un órgano y una
víscera, con unas emociones o estados mentales positivos, con unas
emociones o estados mentales negativos y con una serie de alimentos
que influyen con sus propiedades en los órganos correspondientes.
Cuando
existe una carencia nutricional, se verá afectado energéticamente
cierto órgano (debilitado) y se expresará una o varias emociones y
estados mentales negativos.
Aportando
los alimentos y nutrientes adecuados, se aumentará la energía que
nutre al órgano debilitado, normalizando su actividad y haciendo
desaparecer o minimizando la emoción negativa asociada.
De
la misma manera, cuando un órgano se encuentra saturado o estancado
energéticamente (exceso de energía), se cambiará la dieta,
aportando los alimentos y nutrientes adecuados (o limitando el
consumo de algunos de ellos) para liberar esa energía acumulada y
haciéndola fluir con normalidad, equilibrando el sistema.
El
exceso de energía en
un órgano se expresa frecuentemente con emociones y estados mentales
positivos exagerados.
Las emociones
y estados mentales positivos saludables aparecen cuando
el organismo está equilibrado energéticamente,
no hay exceso ni déficit de energía en los órganos, sino que todos
funcionan normalmente en equilibrio y sincronía.
¿Qué alimentos y nutrientes tomar para mejorar las emociones?
Atendiendo
a la tabla anterior, dependiendo de las emociones que queramos
trabajar, trataremos de incluir en nuestra dieta aquellos alimentos y
nutrientes que favorezcan al elemento con el que están relacionados,
de forma equilibrada y sin excesos.
Elemento: Fuego
– Nutriente:
Vitaminas
– Grupo
de Alimentos: Frutas
– Sabor:
Amargo
– Cereales:
Maíz
– Verduras:
Hortalizas amargas y hojas verdes (achicoria, berros, escarola…)
– Frutas:
Albaricoques, melocotones, lichi
– Legumbres:
Lentejas rojas
Elemento: Tierra
– Nutriente:
Hidratos de carbono
– Grupo
de Alimentos: Cereales
– Sabor:
Dulce
– Cereales:
Mijo
– Verduras:
Calabaza
– Frutas:
Frutas dulces, melón
– Legumbres:
Garbanzos
Elemento: Metal
– Nutriente:
Proteínas
– Grupo
de Alimentos: Proteína animal
– Sabor:
Picante
– Cereales:
Arroz
– Verduras:
Cebollas, nabos, apio (raíz), rábanos, coliflor, zanahoria
– Frutas:
Peras
– Legumbres:
Alubias, soja y derivados (tofu)
Elemento: Agua
– Nutriente:
Sales minerales
– Grupo
de Alimentos: Legumbres, algas y líquidos
– Sabor:
Salado
– Cereales:
Trigo sarraceno
– Verduras:
Algas
– Frutas:
Moras, fresas, uvas, arándanos, sandía
– Legumbres:
Alubias pintas, negras, judías azuki
Elemento: Madera
– Nutriente:
Grasas
– Grupo
de Alimentos: Aceites y verduras
– Sabor:
Ácido/amargo
– Cereales:
Trigo, centeno, avena, cebada
– Verduras:
Brotes, judías verdes, brócoli, ensaladas
– Frutas:
Manzana y frutas ácidas
– Legumbres:
Lentejas, guisantes
Por
ejemplo, si nos sentimos faltos de alegría, hiperactivos pero
incapaces de concentrarnos y con falta de claridad mental,
incluiremos en nuestra dieta alimentos y nutrientes que estimulen el
elemento fuego, al corazón e intestino delgado.
Serán
alimentos relacionados con el verano, y de color rojo o rojizo,
preferentemente frutas, como el melocotón, el albaricoque… y otros
alimentos de sabor amargo, como la escarola, la achicoria, y ricos en
vitaminas, que es el nutriente asociado al elemento fuego.
En
resumen, nuestras emociones y estados mentales están influenciados
por diversos factores, como nuestra alimentación, e incluso por la
estación del año en la que nos encontremos.
Evidentemente,
a veces es necesario revisar formas de trabajar nuestros pensamientos
y actitudes ante la vida, que determinarán nuestras emociones.
Terapias
como la psicología
cognitiva,
técnicas de mindfulness y recursos como el coaching o la
inteligencia emocional pueden ayudarnos, pero podemos empezar a ver
cambios si nos equilibramos desde dentro a nivel bioquímico con un
aporte adecuado de nutrientes y alimentos que nos den energía y
vitalidad, sanando nuestro cuerpo y nuestra mente de forma
específica.