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viernes, 28 de junio de 2019

EMOCIONES Y ALIMENTACIÓN


Comparto este interesante artículo, que contempla las emociones desde otra perspectiva, la de la alimentación. Son nuestras emociones las que nos ponen sobre la pista de los alimentos que necesitamos. ¿Interesante, verdad?  Ésta es otra forma de autoconocimiento que no se suele poner en práctica, pero que merece la pena probar para gestionar mejor esas emociones que a veces se nos antojan tan arbitrarias.



¿Quién dice que los alimentos no se relacionan con las emociones?


Esta semana te vamos a hablar sobre la relación entre las distintas emociones humanas y la alimentación, y sobre cómo los alimentos y nutrientes influyen energéticamente en nuestro estado mental y emocional.

¿Qué relación hay entre alimentación, nutrición y emociones?

Para establecer esta relación, primero hemos de conocer la definición de “alimentación” y “nutrición” y sus diferencias.
Recordemos que la alimentación es el acto de proveer al organismo de alimentos, de comer, de ingerir una serie de sustancias que después nuestro sistema digestivo se encargará de procesar para obtener de ellas los nutrientes necesarios para la vida.
La alimentación de cada individuo está influenciada por diversos factores personales, individuales, y también colectivos o grupales. Estos factores pueden ser necesidades especiales, gustos, preferencias, creencias, cultura, etnia, religión, normas sociales, poder adquisitivo, economía, modas, etc.
Así, cada uno de nosotros decide qué comer y qué no, cómo cocinarlo, cómo comerlo, cuándo y por qué, desarrollando así un patrón o conducta alimentaria concreta y personal que determina nuestra dieta.
En nuestra sociedad la alimentación está muy ligada a otro tipo de actividades, de ocio, de reunión social o familiar, festivas…; de manera que para nosotros “comer” es también una forma o una excusa para compartir tiempo con las personas que nos importan.
Además, para la mayoría de las personas “comer es un placer”, y la gastronomía nos permite disfrutar de momentos muy agradables para nuestro paladar y nuestra mente, puesto que las sensaciones que nos produce comer platos que nos gustan se traducen en emociones relacionadas con el bienestar.
Estos dos últimos ejemplos ya nos introducen en la relación que se establece entre la alimentación y la esfera emocional del ser humano.
Todos conocemos esa sensación de estar enfadados, tristes o estresados y no poder comer porque “se nos cierra el estómago”. O esa otra de encontrarnos con malestar y tener una digestión pesada tras una discusión fuerte con un ser querido.
Estos son sólo algunos ejemplos, pero lo cierto es que la relación alimentación-emociones va mucho más allá.
La nutrición, por otra parte, es el conjunto de procesos físico-químicos realizados en nuestro organismo (gracias a las funciones de nuestro sistema digestivo), que se encargan de transformar los alimentos, reduciéndolos a sus componentes fundamentales, los nutrientesy utilizarlos para nutrir las células de cada uno de nuestros tejidos, órganos y sistemas, permitiendo su reproducción, mantenimiento y funciones características.
Nuestro cuerpo necesita nutrientes, sustancias químicas imprescindibles para la vida humana: macronutrientes(hidratos de carbono, proteínas, lípidos, agua) y micronutrientes (vitaminas, minerales, oligoelementos), así como otras sustancias que le son útiles (fitofactores, enzimas, etc.) para mantener unas óptimas condiciones de salud.
Puesto que las emociones son sentimientos producto de nuestros pensamientos y procesos mentales, es fácil comprender que los alimentos (y los nutrientes que los forman) pueden ser favorecedores, limitadores o equilibradores de la aparición de ciertas emociones.
Si los procesos mentales se desarrollan desde nuestro sistema neurológico central y éste requiere de nutrientes específicos para funcionar con normalidad, los alimentos que ingiramos aportarán los nutrientes que mantendrán o no ese funcionamiento normal, y se desencadenarán una serie de respuestas neurológicas a nivel cognitivo consciente e inconsciente que afectarán a los procesos de la mente y, en última instancia, a nuestras respuestas emocionales.

Las emociones básicas del ser humano

En el ser humano se han clasificado seis emociones básicas que aparecen en respuesta a diversos estímulos.
Estas emociones tienen una función u objetivo, una finalidad, la de producir un aprendizaje y un cambio en nosotros, conformando nuestras conductas y relaciones con nosotros mismos y con los demás, como seres sociales que somos.
De forma muy resumida, las emociones básicas, con el estímulo al que deben responder y su finalidad última, son:
– Miedo → amenaza real o potencial → seguridad
– Tristeza → pérdida material o personal → desarrollo
– Rabia → mentira, traición → justicia
– Orgullo → admiración → estatus o reconocimiento
– Amor → espacio seguro → pertenencia
– Alegría → regalo de la vida, material o intangible (preferiblemente inesperado) → plenitud
Hay toda una serie de emociones derivadas de las emociones básicas, que pueden aparecer como respuesta normal a un estímulo o bien de forma exagerada o disfuncional (falsas emociones).
Todas estas emociones, básicas y derivadas, pueden manifestarse en positivo o en negativo dependiendo de nuestro estado energético interno. Así, si nuestro organismo se encuentra en equilibrio, habrá una expresión normal emocional (sea esta emoción interpretada como positiva o negativa) que tiene un objetivo concreto.




Nutrición energética y emociones

La nutrición energética es la disciplina que pretende ayudar a conseguir el óptimo estado de salud utilizando la nutrición equilibrada atendiendo a las propiedades energéticas de los alimentos desde la perspectiva de la medicina tradicional oriental, donde se reconocen conceptos como el yin y el yang, los meridianos de energía de los órganos y los elementos de la naturaleza.
Así, cada elemento de la naturaleza está relacionado con un órgano y una víscera, con unas emociones o estados mentales positivos, con unas emociones o estados mentales negativos y con una serie de alimentos que influyen con sus propiedades en los órganos correspondientes.
Cuando existe una carencia nutricional, se verá afectado energéticamente cierto órgano (debilitado) y se expresará una o varias emociones y estados mentales negativos.
Aportando los alimentos y nutrientes adecuados, se aumentará la energía que nutre al órgano debilitado, normalizando su actividad y haciendo desaparecer o minimizando la emoción negativa asociada.
De la misma manera, cuando un órgano se encuentra saturado o estancado energéticamente (exceso de energía), se cambiará la dieta, aportando los alimentos y nutrientes adecuados (o limitando el consumo de algunos de ellos) para liberar esa energía acumulada y haciéndola fluir con normalidad, equilibrando el sistema.
El exceso de energía en un órgano se expresa frecuentemente con emociones y estados mentales positivos exagerados.
Las emociones y estados mentales positivos saludables aparecen cuando el organismo está equilibrado energéticamente, no hay exceso ni déficit de energía en los órganos, sino que todos funcionan normalmente en equilibrio y sincronía.



¿Qué alimentos y nutrientes tomar para mejorar las emociones?

Atendiendo a la tabla anterior, dependiendo de las emociones que queramos trabajar, trataremos de incluir en nuestra dieta aquellos alimentos y nutrientes que favorezcan al elemento con el que están relacionados, de forma equilibrada y sin excesos.
Elemento: Fuego
Nutriente: Vitaminas
Grupo de Alimentos: Frutas
Sabor: Amargo
Cereales: Maíz
Verduras: Hortalizas amargas y hojas verdes (achicoria, berros, escarola…)
Frutas: Albaricoques, melocotones, lichi
Legumbres: Lentejas rojas
Elemento: Tierra
Nutriente: Hidratos de carbono
Grupo de Alimentos: Cereales
Sabor: Dulce
Cereales: Mijo
Verduras: Calabaza
Frutas: Frutas dulces, melón
Legumbres: Garbanzos
Elemento: Metal
Nutriente: Proteínas
Grupo de Alimentos: Proteína animal
Sabor: Picante
Cereales: Arroz
Verduras: Cebollas, nabos, apio (raíz), rábanos, coliflor, zanahoria
Frutas: Peras
Legumbres: Alubias, soja y derivados (tofu)
Elemento: Agua
Nutriente: Sales minerales
Grupo de Alimentos: Legumbres, algas y líquidos
Sabor: Salado
Cereales: Trigo sarraceno
Verduras: Algas
Frutas: Moras, fresas, uvas, arándanos, sandía
Legumbres: Alubias pintas, negras, judías azuki
Elemento: Madera
Nutriente: Grasas
Grupo de Alimentos: Aceites y verduras
Sabor: Ácido/amargo
Cereales: Trigo, centeno, avena, cebada
Verduras: Brotes, judías verdes, brócoli, ensaladas
Frutas: Manzana y frutas ácidas
Legumbres: Lentejas, guisantes
Por ejemplo, si nos sentimos faltos de alegría, hiperactivos pero incapaces de concentrarnos y con falta de claridad mental, incluiremos en nuestra dieta alimentos y nutrientes que estimulen el elemento fuego, al corazón e intestino delgado.
Serán alimentos relacionados con el verano, y de color rojo o rojizo, preferentemente frutas, como el melocotón, el albaricoque… y otros alimentos de sabor amargo, como la escarola, la achicoria, y ricos en vitaminas, que es el nutriente asociado al elemento fuego.
En resumen, nuestras emociones y estados mentales están influenciados por diversos factores, como nuestra alimentación, e incluso por la estación del año en la que nos encontremos.
Evidentemente, a veces es necesario revisar formas de trabajar nuestros pensamientos y actitudes ante la vida, que determinarán nuestras emociones.
Terapias como la psicología cognitiva, técnicas de mindfulness y recursos como el coaching o la inteligencia emocional pueden ayudarnos, pero podemos empezar a ver cambios si nos equilibramos desde dentro a nivel bioquímico con un aporte adecuado de nutrientes y alimentos que nos den energía y vitalidad, sanando nuestro cuerpo y nuestra mente de forma específica.




jueves, 20 de junio de 2019

Influencia del Pensamiento en la materia



Las palabras son una proyección de nuestros pensamientos, de nuestra mente. Si tan sólo fuésemos conscientes del poder de ellas, nos guardaríamos bastante de soltar a la ligera ciertas frases o expresiones. Lo mismo ocurre con los pensamientos. Aquí se puede contemplar gráficamente lo poderosamente que influyen las palabras y los pensamientos en la estructura del agua o en los alimentos, así que ¿cómo no pensar que también pueden afectarnos a nosotros del mismo modo?

Cuidado pues con lo que pensamos y decimos.